domingo

Poesía

Deshaced ese verso, quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso será la poesía. León Felipe, España, 1884-1968

sábado

Noche

Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.

En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.

El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.

Poeta, lo que te preocupa
nada tiene que ver con la luna;
la lluvia es fresca,
el vientre está bien.

Mira como se llenan los vasos
en los mostradores de la tierra
la vida está vacía,
la cabeza está lejos.

En alguna parte un poeta piensa.
No tenemos necesidad de la luna,
la cabeza es grande,
el mundo está atestado.

En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.

Un mazo de cartas flota en el aire
alrededor de los vasos;
humo de vinos, humo de vasos
y de las pipas de la tarde.

En el ángulo oblicuo de los techos
de todos los aposentos que tiemblan
se acumulan los humos marinos
de los sueños mal construidos.

Porque aquí se cuestiona la Vida
y el vientre del pensamiento;
las botellas chocan los cráneos
de la asamblea aérea.

El Verbo brota del sueño
como una flor o como un vaso
lleno de formas y de humos.

El vaso y el vientre chocan:
la vida es clara
en los cráneos vitrificados.

El areópago ardiente de los poetas
se congrega alrededor del tapete verde,
el vacío gira.

La vida pasa por el pensamiento
del poeta melenudo.

Antonin Artaud, Francia, 1896-1948

viernes

Si la casualidad

Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Con errores o trampas, por esta vez hemos ganado la partida.

Olga Orozco, Argentina, 1920-1999

jueves

Amiga mía

Amiga mía, lo sé, sólo vives por él, que lo sabe también,
pero él no te ve como yo suplicarle a mi boca que diga
que me ha confesado entre copas,
que es con tu piel con quien sueña de noche
y que enloquece con cada botón
que te desabrochas pensando en sus manos.
El no te ha visto temblar, esperando una palabra,
algún gesto, un abrazo.
El no te ve como yo suspirando, con los ojitos abiertos de par en par,
escucharle, nombrarle.
¡Ay amiga mía lo sé y él también. Amiga mía no sé qué decir
ni qué hacer para verte feliz.
Ojalá pudiera mandar en el alma o en la libertad
qué es lo que a él le hace falta;
llenarte los bolsillos de guerras ganadas,
de sueños e ilusiones renovadas.

Yo quiero regalarte una poesía,
tú piensas que estoy dando las noticias.
Amiga mía, ojalá algún día escuchando mi canción
de pronto, entiendas
lo que nunca quise fue contar tu historia
porque pudiera resultar conmovedora,
pero perdona amiga mía
no es la inteligencia ni la sabiduría
esta es mi manera de decir las cosas:
no es que sea mi trabajo es que es mi idioma.

Amiga mía princesa de un cuento infinito. Amiga mía,
tan sólo pretendo que cuentes conmigo.
Amiga mía, a ver si uno de estos días
por fin aprendo a hablar sin tener que dar tantos rodeos,
que toda esta historia me importa porque eres mi amiga.

Alejandro Sanz, España, 1968

miércoles

Sefiní

basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar


Juan Gelman, Argentina, 1930

martes

Poema frente al vino

¿Por qué pelear arriba de los cuernos de un caracol?
Este cuerpo dura lo que una chispa al chocar dos piedras.
Debe continuar la alegría sin que importen riqueza o pobreza,
es tonta la gente que no abre su boca para reír.

Po Chu I, China, (772-846 D. De C.)

lunes

Vigilia

Pasos en el jardín. El vigilante
golpea la corteza del manzano
y hay pájaros que huyen, quedan otros
enjaulados en tiempo y luz de plata.
Fábulas no me encanten; velar quiero
mis armas esta noche o adentrarme
por el jardín y oír bajo mis pasos
los tréboles que guardan en el polvo
las maravillas de la blanca torre.
Debajo del manzano ya mi lado
una mujer hojea un viejo libro:
Demonios hay en torno y una fuente
refleja un ciervo, un tigre de Bengala.
Los pasos van y vienen y no saben
quién es el vigilante, el vigilado.

Giovanni Quessep, Colombia, 1939

sábado

Huída de la juventud

El estío, cansado, inclina la cabeza
para verse surgir, amarillo, del lago.
Hago mi camino cansado y polvoriento
por las alamedas en penumbra.
El viento titubea y corre entre los álamos.
A mis espaldas, el cielo empieza a enrojecer.
Delante de mí tengo el miedo de la noche.
Y crepúsculo. Y muerte.
Hago mi camino cansado y polvoriento,
y detenida y dudosa queda tras de mí
la juventud, que baja su hermosa cabeza
y se niega a acompañarme.

Hermann Hesse, Alemania-Suiza, 1877-1962

viernes

Defensa de la alegría

a Trini

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegía como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.


Mario Benedetti, Uruguay, 1920

jueves

Interior con poeta III

Desde mi ventana
silencio de verano silencio de invierno
veo servir la comida
encenderse las luces
lámparas del atardecer mesas del mediodía
¿acogerían ellos a una sin patria?
¿no estaría mi corazón para siempre en otra tierra?
soy ajena a las ceremonias de la costumbre
que suelen acogerme para señalarme extranjera
vidas de espaldas al mar que es el camino de mi vida

Juana Bignozzi, Argentina, 1937

miércoles

De vez en cuando la vida nos besa en la boca
y a colores se despliega como un atlas,
nos pasea por las calles en volandas,
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida, toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.

De vez en cuando la vida toma conmigo café
y está tan bonita que dá gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.

De vez en cuando la vida afina con el pincel:
se nos eriza la piel y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.

De vez en cuando la vida nos gasta una broma
y nos despertamos sin saber qué pasa,
chupando un palo sentadossobre una calabaza.

Joan Manuel Serrat, España, 1943

martes

Salta antes de mirar

La sensación de peligro no debe desaparecer:
el camino es sin duda tan breve como escarpado,
por muy paulatino que parezca desde aquí;
mira si quieres, pero tendrás que saltar.

Los hombres duros se ponen sensibleros en sueños
y quebrantan las ordenanzas que cualquier necio puede respetar;
no es la convención sino el miedo
lo que tiene tendencia a desaparecer.

Los esfuerzos cavilosos de la masa atareada,
la suciedad, la imprecisión y la cerveza
rinden unas cuantas agudezas todos los años;
ríete si puedes, pero tendrás que saltar.

Las prendas que se considera adecuado vestir
no serán baratas ni prácticas,
mientras consintamos en vivir cual ovejas
y nunca mencionar a quienes desaparecen.

Mucho cabe decir a favor del desparpajo social,
pero alegrarse cuando no hay nadie
es más difícil incluso que el llanto;
nadie mira, pero tienes que saltar.

Una soledad de diez mil brazas de hondura
sustenta el lecho en el que yacemos, cariño:
aunque te quiero, tendrás que saltar;
nuestro ensueño de seguridad debe desaparecer.

Wystan Hugh Auden, Estados Unidos 1907-1973

lunes

Hija del viento

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

Alejandra Pizarnik, Argentina, 1936-1972

domingo

Como sobre una tapia se adormece una rosa...

Como sobre una tapia se adormece una rosa
yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.

Y contemplarte luego a la luz de una estrella
interminablemente de la frente a la boca,
como contempla el agua, inclinada sobre ella,
la frente taciturna y eterna de una roca.


Baldomero Fernández Moreno, Argentina, 1886-1950

sábado

Insomnio 2

Así como me gusta
besar las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las puertas
-¡de par en par!- a la oscura noche.

Apoyando la cabeza,
oír los recios pasos
hacerse más ligeros,
y cómo el viento mece
el bosque somnoliento
y desvelado.

¡Oh noche!
Van creciendo los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
En medio de la noche
alguien se ahoga.

Marina Tsvetáieva, Rusia, 1892-1941

viernes

Comienza un lunes

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.

Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro qua amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.

La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.

Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displacente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.

Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.


Eliseo Diego, Cuba, 1920

jueves

Para ella el acto sosegado

para ella el acto sosegado
los poros sabios el sexo inocentón
la espera no muy lenta los lamentos no demasiado largos la ausencia
al servicio de la presencia
los pocos jirones de azul en la cabeza las punzadas al fin muertas del corazón
toda la gracia tardía de una lluvia que cesa
con la caída de una noche
de agosto

para ella vacía
él puro
de amor


Samuel Beckett, Irlanda, 1906-1989

miércoles

Vierge Moderne

No soy mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, un paje y una osada decisión,
soy un rayo risueño de un sol escarlata...
Soy una red para todos los peces golosos,
soy un brindis en honor a todas las mujeres.
soy un paso hacia el azar y la ruina,
soy un salto en la libertad y en el yo...
Soy el murmullo de la sangre en el oído del hombre,
soy un escalofrío del alma, el ansia y la negación de la carne,
soy el anuncio de nuevos paraísos.
Soy una llama inquisitiva e intrépida,
soy agua, honda mas audaz hasta las rodillas,
soy fuego y agua sinceramente unidos por libre decisión.

Edith Södergran, Finlandia, 1892-1923

martes

El extravío

Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana,
lo arrojo a la locura.
Mis ojos son de yerba y son de incendio.
Mis ojos son banderas y emigrantes.

Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana.
Nazco al fin del camino. Grito.
Y que griten conmigo el camino y el polvo.

¡Qué hermoso es que mi rostro, oh Dios,
se pierda en mí! ¡Qué hermoso que me pierda
yo, colmado de fuego!
¡Oh tumba! ¡Oh final mío
al comenzar la primavera!

Adonis Alí Ahmad Said Esber, Siria, 1930

lunes

Y la muerte perderá su dominio

Y la muerte perderá su dominio.
Los muertos desnudos serán un solo muerto.
Con el hombre en el viento y la Luna de occidente;
cuando se descarnen los huesos y desaparezcan los huesos.
Donde hubo codos y pies aparecerán estrellas.
Y aunque se sumerjan en profundas aguas tendrán que resurgir.
Y aunque los amantes se extravíen perdurará el amor.
Y la muerte perderá su dominio.

Y la muerte perderá su dominio.
Bajo los remolinos del mar
aquellos que yazgan largamente no morirán en la tempestad
retorciéndose en el tormento, cuando cedan los tendones
atados a una rueda no podrán destrozarse;
entre sus manos la fe se romperá en dos
y el Unicornio del mal los atravesará.
Y hendidos por todas partes no se desmembrarán.
Y la muerte perderá su dominio.

Y la muerte perderá su dominio.
Nunca más las gaviotas gritarán en sus oídos
o se romperán las olas tumultuosamente en la ribera;
allí donde se abrió una flor nunca más otra flor
ofrecerá su cabeza a los golpes de la lluvia.
Y aún locas o muertas como clavos
atravesarán la margaritas con sus cabezas de señoras;
irrumpiendo sobre el Sol hasta que el Sol se desprenda.
Y la muerte perderá su dominio.


Dylan Thomas, Estados Unidos, 1914-1953

domingo

Nueva arte poética

No soy el espectral, ni el sangriento, ni el cautivo, ni el libre, ni el trompudo de labios de lata, ni el acordeón del mal-ayer, ni la blancura del futuro, ni el bobalicón del espacio, ni la academia de los astros, ni el planetario de las correspondencias.

Yo soy aquel que tiene los deseos del celo de la tierra.
Aquel que tiene los cabellos del lado del amor.
El peinador de los pocos retratos de desgracia.
El cacique de la boca arrojada sobre el lecho de la mujer que sangra.

¡Manantial para mis heridas!, que no son más que cosas de hadas.
¡Buen beber para mis ojos!, que no son más que sombras de desgracias, devueltas por el agua.

¡Loor terrestre a mis amigos y hermanas con temblores de bocas de duraznos besadas por el agua!

Francisco Madariaga, 1927

sábado

Lluvia estival

En la apartada noche ya sin nadie,
tibia, agitada, leve cae la lluvia,
sola para sí sola.

Íntima bailarina por la noche,
misteriosa, alocada,
gime allá, vuela, ahoga aquí una risa,
caprichosa musita, se interrumpe,
juguetona, inquietante,
viene y va, calla, desde lejos torna
con sonreídas lágrimas,
va a decir algo que en suspiro muere.

Y huyendo con susurros
y voces de sirena,
deja en el aire un mórbido perfume
de amor difunto en punzante recuerdo,

y en el alma el errático, incurable,
secreto amor de todas las derivas...

Tomás Segovia, España, 1927

viernes

Hablo en nombre del alba

Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
Es sólo un puro azoro el alba
de una resurrección rasgando su sudario.
El horizonte ofrece su diadema
y el menor soplo asciende a numen.

Un viento aún azul de lejanía
viene en busca del alma velera de los pájaros
que estallan sin demora en un motín de alas,
mientras el cielo empieza a sonar en sus picos
igual que el mar suena en las caracolas.

Navidad, crecimiento. Y lo viviente
con su inmortalidad de cada día.
Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
El cielo, el cielo, el cielo
proponiendo el olvido de la tierra
como los ojos de la amada
proponen el olvido de su cuerpo.


Luis Franco, Argentina, 1898-1988

jueves

Curriculum vitae

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

Blanca Varela, Perú, 1926

miércoles

El otro

Nosotros, los sobrevivientes,
¿A quiénes debemos la sobrevida?
¿Quién se murió por mí en la ergástula,
quién recibió la bala mía,
la para mí, en su corazón?
¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
sus huesos quedando en los míos,
los ojos que le arrancaron, viendo
por la mirada de mi cara,
y la mano que no es su mano,
que no es ya tampoco la mía,
escribiendo palabras rotas
donde él no está, en la sobrevida?

Roberto Fernández Retamar, Cuba, 1930

martes

Pierrot borracho

En las calles de la feria
de la feria desierta
sólo la luna llena
blanquea y clarea
las noches de la feria
en la noche entreabierta.
Sólo la luna alba
blanquea y clarea
la tierra calva
de abandono y alba
alegría ajena.

Ebria blanquea
como por la arena
en las calles de feria,
de la feria desierta
en la noche ya llena
de sombra entreabierta.
La luna boquea
en las calles de feria
desierta e incierta.


Fernando Pessoa, Portugal, 1888-1935

lunes

La boca

Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.

Alaíde Foppa, España-Guatemala, 1914- secuestrada y desaparecida en 1980 durante la dictadura guatemalteca de Romeo Lucas García

domingo

Conté con los dedos de mi mano
las veces que tuve, no las que amé.
Las yemas de los dedos
se quedaron mirándome, las líneas
de la mano rieron (¿amé
lo que tuve? ¿Quise decir
quiero un poco
de esto o de aquello,
gané, perdí semejante
generosidad?).
Ahora que me aferro
a lo que tengo _como a un poco
de nada_,
veo líneas que una burla desecha,
y lenta, tiernamente abro
el puño, dejo caer
la arena, vuelvo a tomarla.

Irene Gruss, Argentina, 1950

sábado

Sobrexposición

Y es allí, en ese pasto suave
de la obsesión a punto de revelarse,
donde el sonido y la furia del mundo
se atenúan
(tanto como costó acomodar el dolor:
un territorio chico
con un arroyo seco y un caballo)

Y es tan delgada la luz, la diferencia,
que puede oírse el golpe de la muerte
del amor,
mucho antes que los cuerpos se
separen, se bañen
y vayan hacia la vida bajo una luna despareja.

Como un barco en la noche
y la imaginación
que abandona la partida.

Paulina Vinderman, Argentina, 1944

viernes

Tres rosas amarillas

I
¿Sabes cómo escribo cuando escribo? Remo
en el aire, cierro
las cortinas del cráneo-mundo, remo
párrafo tras párrafo, repito el número
XXI por egipcio, a ver
si llego ahí cantando, los pies alzados
hacia las estrellas,


II
Del aire corto
tres rosas amarillas bellísimas, vibro
en esa transfusión, entro
águila en la mujer, serpiente y águila,
paloma y serpiente por no hablar
de otros animales aéreos que salen de ella: hermosura,
piel, costado, locura,


III
Señal
gozosa asiria mía que lloverá
le digo a la sábana
blanca de la página, fijo
que lloverá,
Dios mismo
que lo sabía lo hizo en siete.

Aquí empieza entonces la otra figura del agua.


Gonzalo Rojas, Chile, 1917