Te ví crecer como un árbol,
eternidad inefable;
te ví endurecer como un mármol,
indecible realidad.
Prodigio cuyo nombre se me escapa,
granito, para el cincel, inflexible;
felicidad compartida por el pájaro
y por el agua que el perro bebe.
Secreto que hay que saber y callar,
todo lo que dura es pasajero;
siento girar la tierra
y el cielo de astros ligeros.
¡Sonreíd, muertos bien acostados!
Todo pasa y sin embargo dura;
las briznas de la verdura
nacen del grano de las rocas negro.
Marguerite Yourcenar, Bélgica 1903-1987
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario