En un punto esencial de nuestro cuerpo
cuando el pulso se acaba, rota la piel,
el alma se libera, invisible y extraña.
Quizá germen de luz zigzagueante,
hacia el éter avanza;
leve trazo intangible de memoria
que fue y queda en la nada.
O al vórtice de ignoto remolino
tal vez será arrastrada por ráfagas
henchidas de jirones buscando LA palabra.
Rescataré mi forma, acaso, un día,
de la tumba olvidada, o quedaré
como polvo iridiscente en las luces del alba.
Hay dados en la mesa y sólo resta
jugar al todo o nada.
Maybell Lebron, Paraguay, 1923
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